En difícil equilibrio, Arquitectura buscaba en primer lugar cohesionar a los arquitectos mediante un instrumento de difusión colectivo, educar a la sociedad mostrándole la labor de los arquitectos españoles y propagar ésta fuera de nuestras fronteras, todo ello sin renunciar a la divulgación de un pasado en el que se incubó la obra contemporánea. A su aparición no sería ajena la edición en Barcelona de la Revista de Arquitectura, que pronto propondría una fusión de las dos cabeceras, y, sobre todo, el surgimiento un mes antes de La Construcción, revista mensual ilustrada y órgano oficial de la Sociedad Central de Aparejadores Titulares de Obras de Madrid.
Entre 1918 y 1931 se publicarán 152 números de periodicidad mensual, de una extensión oscilante entre veinte y cuarenta páginas, cada vez más ilustradas, con la progresiva inclusión de desplegables y el uso de tintas sepia desde el nº 62 al 68 (el año 1921 figuró como no editado al acumularse retrasos en la impresión por motivos económicos). A partir de 1926 cambiará de formato con el nº 81, aumentando su tamaño en ancho y alto y también la paginación. Se modifica asimismo la tipografía y la composición. Carlos Flores describía la apariencia de los ochenta primeros ejemplares de Arquitectura como “rancia y arcaica desde un principio”, transformando en 1926 “sus características formales al adoptarse una imagen más en consonancia con el espíritu de modernidad y ruptura” que preconizaba el nuevo Consejo de Redacción de la revista, más identificado con las vanguardias europeas que sus predecesores, decantados primordialmente hacia un enfoque historicista. Antón Capitel califica el conjunto como ecléctico, en una combinatoria de “artículos de historia de la arquitectura, …ensayos y críticas de actualidad, …siempre fiel a relatar la crónica de la realidad de los arquitectos madrileños y españoles, … aunque, poco a poco, se fue deslizando en sus páginas la revolución moderna que incipientemente se iba introduciendo en España.”
Es esta la época menos personalista de la revista, entendida como un trabajo colectivo de los sucesivos consejos y equipos de redacción designados por la Sociedad. Gustavo Fernández Balbuena fue su director inicial, pero efímero por causas aducidas de salud, asumirá entonces la mayor responsabilidad Leopoldo Torres Balbás desde su cargo de secretario de redacción. Desde abril de 1926 figura Luis Bellido como presidente del Comité de Redacción, con Bernardo Giner de los Ríos y Rafael Bergamín como secretarios, y en 1927 será su director Teodoro de Anasagasti apoyado por un tesorero, un contador, 21 vocales y la decisiva figura de José Moreno Villa como secretario de redacción. Además de ocho delegaciones en provincias surgen las delegaciones en el extranjero de Fernando García Mercadal en París, Pedro Angelini en Roma, Paul Linder en Berlín, Norberto Correa en Lisboa y Mauricio Cravotto en Montevideo, dando carta de naturaleza a la internacionalización de los contenidos y a la mayor presencia del urbanismo entre los mismos.
Por último, es altamente destacable la prioridad otorgada desde un principio, y a lo largo de todo el periodo, a la reseña de “Libros, revistas, periódicos”, sección más adelante denominada “Revista de libros”, “Revista de revistas” y “Bibliografía de Urbanismo”.
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