Nº 29 OCTUBRE 1996
Tan peregrina respuesta, que dejó desconcentrado a nuestro colega, ponía en evidencia no sólo la elemental idea que puede tener el ciudadano medio, y a veces el que se supone ilustrado, sobre la misión del urbanista, sino lo que ahora viene al caso: la identificación de las calles como una parte esencial de la ciudad. No hay ciudad sin calles, y proyectar la ciudad y hacer la ciudad es, en no pequeña medida, proyectar y hacer calles.
Una imagen reduccionista de la realidad física de ese espacio que llamamos ciudad -esa que descubre una vista aérea, a cierra altura- nos presenta una macla de volúmenes construidos rodeados por otros vacíos que, componiendo un etéreo armazón, perfila con mayor o menor nitidez la envoltura de los primeros. Esos espacios vacíos, o mejor, no construidos, entre otros próximos que sí lo están, corresponden, en su inmensa mayor parte, a las calles (y plazas) de la ciudad, o al menos a esa parte del conjunto que llamamos "ciudad tradicional".
Por eso, seguramente, aún hoy dudamos en llamar ciudad a esos desarrollos periféricos en los que las calles sólo se reconocen sobre el suelo, al predominar los espacios abiertos larerales sobre los construidos, donde se levantan edificios exentos, distanciados unos de otros, y no se dan las continuidades y regularidades y cerramientos laterales caracrerísticos de las áreas centrales.
El "volumen" que ocupan esos espacios vacíos en el conjunto de la ciudad consolidada supera, en general, una tercera parte del que encerraría una envolvente global de la misma. Un espacio, por tanto, muy relevante tanto en términos cuantitativos como cualitativos, que, sin embargo, no atrae hoy la necesaria atención por parte de quienes diseñan y regulan normativamente la construcción de la ciudad, más volcados en sus trabajos hacia el espacio ocupado o edificado.
Las calles son además el espacio público por antonomasia de la ciudad. El ámbiro en que los ciudadanos se mueven libremente sin que tengan, salvo excepciones, que acreditar su identidad. Aquel desde el que observan la propia ciudad y comparan unas partes con otras, identificándose con unas y distanciándose de otras; donde experimentan la ciudad como un ámbito seguro, protegido, cómodo, saludable, atracrivo y estimulante, o, por el contrario, peligroso, sin protección, incómodo, insalubre e insulso o anodino.
En las calles pueden encontrar los ciudadanos información, entretenimiento, enriquecimiento cultural y disfrute con la observación o contemplación de personas, actividades, edificios y monumentos a los que muchos de ellos no tendrían acceso en ámbitos de propiedad particular. De ahí la gran trascendencia pública de escatimar en su proyecto y ejecución, y pretender financiar por sistema su realización sobre la base exclusivamente de los rendimientos deducidos de las edificabilidades asignadas a los terrenos situados en sus márgenes.
Este enfoque, que marca hoy una tónica muy generalizada, arrastra proyecros y diseños de calles concebidas escuetamente como canales de acceso a los terrenos edificados, por donde fluyen los tráficos atraídos o generados por éstos. Y descuidan generalmente su potencial estructurador de la ciudad, y su calidad plena de matices, como ámbito de estancia y acogida de una rica gama de funciones propias de la vida urbana.
Por ello se ha considerado oportuno recapitular sobre el papel e importancia de las calles, sobre ese importante "algo más que calles" que les es propio y en el que profundiza el ensayo de Fernando de Terán. Dicho ensayo se acompaña en la sección monográfica con cuatro artículos referidos a cuatro interesantes casos de estudio en que ciertas calles aparecen como piezas claves en torno a las que gravitan, en su conjunto, importantes operaciones urbanísticas (los proyecros de la Avenida de Asturias y Paseo de la Dirección, en Madrid), o constituyen el objeto exclusivo de refinadas actuaciones de renovación y mejora, cual es el caso de la reciente reordenación de los Campos Elíseos, en París o la intervención en la Plaza de Galicia, en Ponrevedra.
El Documento de Bases del Plan Regional de Estrategia Terrirorial de Madrid -de recienre elaboración- constituye una base para la discusión y dirección del Modelo de la Región. Una vez debatido y aprobado, se redactará un "Proyecto Plan" que, tras aprobarse inicialmente por la Comisión de Urbanismo, se expondría para información pública y audiencia. La aprobación definitiva del "Proyecto del Plan Regional" se hará por Ley de la Asamblea de Madrid y Decreto del Consejo de Gobierno. Del Documento cabría esperar un diagnóstico de los problemas de la Región; una propuesra, a largo plazo, del modelo territorial; la apertura de un debate sobre las oportunidades de la Región en el contexto de España y la generación de expectativas positivas.
El diagnóstico que se adelanta es ya preocupante: la Región sufre hoy un proceso inercial de pérdida de competitividad tanto en el marco internacional como en el nacional, y eso implica algo que el Documento tiene el mérito de definir abiertamente: declive. Si se parte de aquí, la cuestión siguiente es inevitable plantearla. ¿Puede inducirse un cambio en esta tendencia actuando sobre el modelo territorial?
A diferencia de otros argumentos arcaicos que en su día se expusieron en la elaboración del PGOUM de 1985 y que fueron cuestionados desde esta revista -negando la posibilidad de incidir desde el urbanismo en la dinámica del progreso o declive económicos-, los que se expresan en el Documenro de Bases implican una clara aceptación de responsabilidad del planeamiento en la corrección del escenario de regresión que se vislumbra.
El Documento, en consecuencia, selecciona 24 objetivos de un nuevo modelo de organización, a partir de los que se definen diez políticas que indican lo que debe hacerse para superar los retos actuales, básicamente '"iniciar la transición de un modelo de estructuración del territorio saturado a otro en que el territorio puede ser fuente de oportunidades". Una transición a la que Pedro Ortiz ha puesto un horizonte de veinte años, referencia que da título a su artículo introductorio al citado Plan Regional sobre el que volveremos a tratar.
Como resultaba obligado, URBANJSMO dedica su sección de Jurisprudencia y Normativa de este número a explicar y comentar el contenido del Real Decreto-Ley 5/1996, de 7 de Junio, de Medidas liberalizadoras en Materia de Suelo. De tales medidas, comentadas en la sección citada, nos parece obligado subrayar aquí la reducción de plazos de tramitación de los instrumentos de planeamiento.
URBANISMO ha hecho reiteradamenre referencia a las insuficiencias de que en la práctica adolecen los procesos de participación pública en la tramitación de los planes en España.
Los documentos de planeamienro que se elaboran son complejos, cada vez más voluminosos, y apenas resultan comprensibles para minorías selectas. Sin embargo, siguen siendo la base a partir de la que se configura la ciudad en que habitamos codos.
Quienes opinan y hacen observaciones sobre los mismos, se limitan en su gran mayoría a ocuparse de aspectos parciales, aquellos que directamente les afectan -a ver "cómo va a quedar lo mío" -, lo que, sin embargo, no deja de ser una gran ayuda para corregir gran número de errores materiales. Y sólo, en consecuencia, son algunos colectivos especialmente capacitados -los colegios profesionales, asociaciones empresariales y otros grupos de interés, aquellos que en suma pueden disponer del asesoramiento de experrts en la materia- quienes intentan aproximarse al análisis global de los planes, que siguen típicamente ofreciendo en su elaboración modelos de ordenación únicos, para los que no parece haber alternativas posibles.
En este contexto, las medidas no introducen mejora alguna, con el acortamiento indiscriminado del plazo de información pública de los Planes a dos meses -sean parciales o generales, de un municipio de 60.000 habitantes o de otro de tres millones-, y hacen prever un considerable aumento de los recursos e impuganaciones a posteriori, y la conversión en rutina del hábito de las modificaciones puntuales que tendrán que empezar a hacerse apenas entren en vigor esos planes tan apresuradamente tramitados.
Fernando Nasarre deja URBANISMO
Finalmente, debemos reseñar con tristeza la reciente renuncia de Fernando Nasarre como codirecror de la revista, tras su nombramiento de director general de la Vivienda, la Arquitecrura y el Urbanismo, en cuyo difícil cargo confiamos y deseamos que tenga gran acierto. Nuevamente la Administración Pública ha propuesto a un director de la revista URBANISMO pasar de las musas al teatro, ofreciéndole las oportunidades y riesgos de entrar en primera línea de fuego, marcando en este caso las grandes pautas orientadoras de la actividad urbanística al nivel estatal.
Es seguro que, en el ejercicio de sus nuevas responsabilidades, Fernando Nasarre seguirá haciendo gala de su profesionalidad y experiencia muy notables, de su ecuanimidad, talante caballeroso y ponderación de juicio de los que durante estos años pasados, desde su creación, disfrutó esta revista.
Autor/es: Francisco Díaz-Mauriño Garrido-Lestache
DescargarAutor/es: Santiago de la Fuente Viqueira
DescargarAutor/es: José Martínez Sarandeses
DescargarAutor/es: J. Fayet
DescargarAutor/es: Dan Christensen
DescargarAutor/es: Jens Kvorning
DescargarAutor/es: Etienne Christiaens
DescargarAutor/es: Fernando Gaja Díaz
DescargarAutor/es: Pedro Ortiz Castaño
DescargarAutor/es: Francisco Perales Madueño
DescargarEl Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM) es la corporación de derecho público que representa y defiende los intereses profesionales de los arquitectos de Madrid y salvaguarda los valores culturales y medioambientales de la Arquitectura en beneficio de la sociedad.
Por error temporal de funcionamiento ajeno al COAM el servicio de Portal de Empleo se encuentra suspendido. Volverá a estar operativo en breve una vez se haya subsanado este problema.
Disculpen las molestias.